MUERTE POR IGUAL
- ¡Llevadle al otro lado de la
muralla! - grité-. ¡Trasladadle a su aposento y llamen a un médico!
Era una noche tranquila, muy
diferente a las demás. El cielo parecía extraño y las estrellas brillaban más
de lo normal. El castillo quedaba en la penumbra y no se veía más allá de la
muralla.
Willy estaba muy grave. Estando al
otro lado de la muralla, se había desmayado y había empezado a echar espuma por
la boca. Cuando despertó, empezó a temblar.
¿Le habría sentado mal algún
alimento del torneo? Si era así, ¿estarían todos infectados? Sé que yo no
porque no fui al torneo, me quedé en la herrería acabando la espada del rey
Carlos.
- ¡Ven al aposento de la princesa
Maya! Se ha desmayado, parece que le pasa lo mismo que a Willy.
- ¡Enseguida!
Al día siguiente, los guardias del rey
fueron a casa de la cocinera.
- Por orden del rey, queda detenida por
la muerte de la princesa Maya y nuestro caballero Willy. Mañana serás
ejecutada.
- ¡Yo no he hecho nada! - dijo la
cocinera
- Dos de los asistentes al torneo han
muerto y los otros catorce parecen tener los mismos síntomas. No creo que les
quede mucho.
- ¡Puede haber sido cualquier otra cosa!
- se defendió la cocinera.
- Dieciséis personas fueron al torneo,
catorce con síntomas y los otros dos muertos. Todo el castillo asistió al
torneo exceptuándote a ti y al herrero Benson, y todos probaron tu sucia
comida.
Bueno, parece que morirán todos, y nadie
ha sospechado nada de mí. Se darán cuenta de que, nobles y pobres, al final
siempre vamos todos al mismo sitio. Aunque yo llegaré más tarde.
J. G. G., 3ºB
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