CUENTO Nº 3
EL CLUB DE LA MEDIA NOCHE
Hubo una vez cinco niños a los que les encantaba contar historias de miedo en el bosque, sentados alrededor de una hoguera, así que decidieron crear el “Club de la media noche” para reunirse y contar sus historias favoritas. Una de ellas es ésta:
“Había una vez dos hermanos que se fueron de excursión a un bosque y se perdieron. Empezaba a anochecer y hacía un frío terrible. Encontraron a un hombre al que preguntaron cómo llegar al pueblo, y éste les contestó que el pueblo estaba muy lejos, que lo mejor era resguardarse en la cabaña de un amigo suyo, que estaba muy cerca. Se ofreció a acompañarlos, y por el camino les contó que si se quedaban en la cabaña, al día siguiente él les enviaría un taxi para que los recogiera. También les advirtió de que su amigo era un poco raro, y que le gustaban los acertijos.
Cuando llegaron a la cabaña, vieron que tenía un aspecto muy lúgubre, y a los niños les recordaba a las viejas cabañas de los cuentos que leían. Buscaron con la mirada al hombre que los había acompañado para preguntarle alguna duda, pero, extrañamente, se había esfumado sin hacer ruido alguno.
Se acercaron a la puerta de madera y, un poco asustados, llamaron. Les abrió un señor mayor, desaliñado, muy parecido a un científico loco. Los miró fijamente y les preguntó que qué querían. Los hermanos, con voz temblorosa, le explicaron que se habían perdido, y le pidieron que si podían pasar la noche en su cabaña. Les dijo que sí, pero con la condición de que resolvieran un acertijo. Los niños aceptaron.
-Se puede ver dentro de un barril, no pesa y, encima, aligera el barril. ¿Qué es?
-¡Un agujero! –respondió uno de los hermanos.
-Muy bien, pasad, pasad –les dijo el señor-. Al fondo del pasillo tenéis vuestras habitaciones, y mañana vendrá a recogeros un taxi.
Los niños atravesaron el salón, convertido en una especie de laboratorio lleno de probetas y otros recipientes donde flotaban órganos y otras partes de los cuerpos de niños que no resolvían los acertijos, y que, como eran niños perdidos, nunca nadie los reclamaba”.
El niño del” Club de la media noche” cerró su cuento con una moraleja:
“Los niños tontos viven poco”.
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