LA MALETA
Ahí estaba la maleta, sola, en medio de esa carretera solitaria e infinita,
sin nada alrededor. Todavía tenía restos de sangre, signo de la violencia
cometida hacía muy poco tiempo.
Todo empezó en un día normal de otoño. Seth entró en el bar, como siempre,
dispuesto a beber, beber y beber… Como decía, un día de lo más normal. Pero
todo cambió cuando salió del bar: dos hombres empezaron a seguirle. Seth corrió
hasta que pudo despistarlos, o eso creyó. Suspiró y empezó a correr de nuevo
hacia su casa, y allí estaban, frente a él, apuntándole con sus pistolas. Se
acercaron, lo empujaron, cayó al suelo y perdió el conocimiento. Llegó otro
hombre conduciendo un coche, lo metieron dentro y se lo llevaron.
Cuando despertó, estaba solo, atado a una silla y con una maleta sobre las
rodillas, en medio de una carretera por la que, al parecer, no pasaban muchos
coches. Así estuvo durante horas, hasta que, a lo lejos, divisó un camión
grande que se dirigía hacia él. A medida que se acercaba, los nervios de Seth
aumentaban. “No puede ser, soy demasiado joven”, pensó.
A los pocos minutos, de Seth no
quedaba nada, sólo el maletín lleno de dinero y ensangrentado en medio de la
carretera.
José García, 3º B
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