HISTORIA Nº 2
Era
una niña de 11 años cuando entré al instituto, iba con miedo de poder hacer
algo mal y que me quedara sola, que la gente se riera de mí. Pero no,
gracias a Dios tenía a mi amigo de la infancia en el que podía apoyarme,
le conocía desde la guardería. Después hice otra amiga con la que me
sentí a muy identificada, tanto que casi era mi hermana, a los pocos días vi a
una chica que parecía maja y la veía tan sola que decidí meterla al grupo. A
los cuatro meses éramos las mejores amigas, nada ni nadie podía separarnos.
Hasta que una de ellas se propuso apartarme de mi mejor e inseparable
amiga. En el verano cuando me fui de vacaciones empezaron a unirse para ir las
dos contra mí, cuando llegué nada era como yo había dejado las cosas, estaban
raras, todo el rato hablaban de las cosas tan divertidas que ellas solas
hicieron sin mí. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo sobraba, ¿para qué iba
seguir estando en un lugar donde no había sitio para mí? Cuando observe que no
paraban de insultarme por cosas que yo no había hecho, me fijé en que no era yo
quien se iba a quedar más sola, si no ellas por hacer eso y desearme que me
pasara todo lo malo.
Cuando
pasé a segundo iba con temor, no tenía ninguna amiga y mi amigo de la infancia
no querría verme mas puesto que le dejé solo por las otras supuestas ‘’amigas’’
que tenía. Ahí fue cuando empecé a hablar con unas chicas muy majas
que antes no nos podíamos ni ver por culpa de Jennifer y de Isabel mis
‘’amigas’’. Pero a pesar de eso ellas me dieron una oportunidad. Ahí fue
cuando me alegre de haber dado de lado a las otras. Me hice amiga de todas, con
una tenía más confianza que con otra, como es normal. También recuperé a mi
amiga, que nos conocíamos desde los cuatro años. Después empecé a juntarme con
una chica llamada Silvia, la que más me apoyó y me ayudó desde que me conoció,
y pensar que empezamos a hablar gracias a un ejercicio de matemáticas que
ninguna de las dos entendíamos. Así seguíamos hasta final de curso. En ese
verano no nos separábamos ni un solo minuto. Empezamos a salir y a quedar con
Ana y Penélope para dar una vuelta por las tardes, ir a la piscina, hacer
guerras de globos, etc.
La
víspera de las listas de las clases Silvia y yo deseábamos con todas nuestras
ganas que nos pusieran juntas en la misma clase. Y así fue, cuando vimos
nuestros nombres juntos en la misma lista nos pusimos a gritar y a saltar como
locas. La gente que nos vio pensaría que estábamos tontas, pero nadie sabía que
nos daba igual y que a pesar de todo a nadie le importaba lo que hiciéramos ni
lo que sentíamos en ese momento, nosotras solo pensábamos en lo que íbamos a
hacer durante este curso y las metas que teníamos planteadas. Todo era perfecto
pero en mi mente se colaba algo negativo, no volvería a ver al chico que me
gustaba, porque pasaba a bachillerato y no le vería ni en los recreos ni entre
clase y clase ni nada…
El
primer día era muy especial volvería a ver a mis amigos del curso pasado
después de un verano largo y genial, nada más entrar a mi clase pensé en mis
metas de aprobar el curso, cuando salí de aquella clase de tercero b, le vi,
fue algo mágico, después de un verano entero pensando que no le volvería a ver.
Mis expectativas cambiaron por completo.
Lo
más especial de mi vida llegó ese veintisiete de octubre, mi hermana me dio la
feliz noticia de que iba a ser tía por primera vez. A partir de ahí todos mis
pensamientos cambiaron por completo, ahora me esforzaría al máximo por aprobar
este curso para el verano que viene no dejar a mi sobrino ni un rato.
Un
día soñé que me iba con mi familia y mi sobrino recién nacido de vacaciones por
una carretera solitaria donde me encontré una maleta marrón de piel, mientras
la iba abriendo pensaba en el temor que tenía por encontrarme algo que no
quisiera ver.
Definitivamente
me armé de valor para abrirla de una vez y vi mi vida escrita tal y como era en
un pequeño diario.
Cristina
Velarde, 3º B
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