Llegó el día. Hoy, en el FESTIOLIVO, se entregan los premios del tradicional concurso literario organizado por nuestro departamento.
A lo largo del día irán apareciendo las obras premiadas. Enhorabuena a nuestros jóvenes literatos.
Empezamos por el premio de narrativa del primer ciclo.
LA SOMBRA DEL GATO NEGRO
De nuevo aquel gato
seguía allí, con sus ojos inyectados en sangre; no paraban de acecharme, y sus
garras me apuntaban como cuchillos. Su mirada era fría y espeluznante, siempre
me traía problemas.
Él estaba allí, como de
costumbre: cuando la catástrofe me perseguía, en el momento en el que la muerte
llamaba a mi puerta y cuando el infortunio estaba a la vuelta de la esquina.
Todo parecía evidente, las veces que aquel animal había aparecido frente a mi
puerta formaban parte del destino, quería guiarme por el mal camino. Aquella
alimaña ansiaba que mi buena ventura acabara pronto. Nunca he sido muy
supersticioso, pero aquel gato negro debía de ser la causa de aquellas invenciones
de vieja, eso de que estos animales no traen buenos augurios. La verdad es que
a mí estas cosas de la buena y l amala suerte no me han importado demasiado,
pero al sentir esa mirada clavada en mí, esos ojos frívolos y cortantes,
enseguida supe que nada bueno ocurriría.
Pero parecía que no había
indicios de que se estuviera produciendo ningún contratiempo. Simplemente
continuaba lloviendo, una cortina plateada que difuminaba la calle. La humedad
empapaba el ambiente, como de costumbre por estas fechas. Me di la vuelta y
pensé en devolverle al gato aquella mirada desafiante. “Vamos, ¿no tienes más
que ofrecerme que una simple tormenta otoñal?” Pero, cuando me giré… el animal
había desaparecido. ¿Dónde estaba? Se había evaporado como el humo. Entonces
fue cuando una serie de malos acontecimientos empezaron a suceder. Mientras yo
aún continuaba atónito en mitad de la acera, al otro lado de la calle, un
camión hacía chirriar el asfalto con los neumáticos. La cara del conductor reflejaba
el más puro pánico. Entonces fue cuando reaccioné. Ese camión estaba a escasos
metros y en mi dirección. Me pregunté por qué no paraba si me estaba viendo.
Farolas y vegetación fueron aplastadas por aquel gigante de hierro.
Traté de protegerme y, de
pronto, el silencio se hizo en la calle. Entonces fue cuando se congeló el
tiempo. De nuevo me encontraba frente a ese enorme vehículo. Pero este estaba a
un palmo de mis narices, inmóvil; incapaz de herir a nadie, aunque sus ruedas
siguieran en marcha. Súbitamente sentí un fuerte golpe en la frente y todo se
volvió oscuro. Un escalofrío me recorrió entero. Aquel animal había vuelto a
jugármela, y me pregunté “¿Qué será lo siguiente”.
La sirena de la
ambulancia me despertó, sobresaltado ¿Había sido un sueño? Pero la misteriosa
sombra del gato volvió a aparecer.
SANDRA USERO FUENTES, 2º
A
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