viernes, 3 de enero de 2014

UNA MALETA Y NUEVE HISTORIAS

Un día pasé por la Puerta del Sol y alguien estaba repartiendo propaganda. Se trataba de una postal con la foto de una maleta abandonada en un camino solitario. La imagen era bonita y sugerente, independientemente de lo que se pretendía vender. Se me ocurrió llevar esa postal a la clase de 3º B y proponerles que escribieran una historia en la que apareciera esa maleta abandonada en medio del camino, pero unos tenían que empezar la historia con esa imagen, y para otros esa debía ser la imagen final de su historia. 

Han salido historias muy diferentes en géneros y en estilos (hay, incluso dos cómics manga), pero el resultado ha sido muy satisfactorio. 

A partir de hoy vamos a ir publicando las nueve mejores historias de la maleta. Espero que os gusten

Lola




HISTORIA Nº 1


AMANDA

Amanda es una chica de 24 años, delgada, guapa y de muy buen carácter. Tiene un único sueño: poder bailar en Broadway.

Su semana se define en una sola cosa, bailar. Por las mañanas y algunas tardes va al Conservatorio de danza para convertirse en una bailarina profesional y poder cumplir su sueño. Las tardes que le quedan libres, las dedica dar clases de baile a niños pequeños. Cuando acaba todo eso, muy a menudo, va a visitar a su madre, Gloria; y más tarde se va, por fin, a su casa. En ella se encuentra su novio Gonzalo y su perro, Nico. Gonzalo es un piloto, por lo cual, ha visitado gran parte del mundo. Amanda y él se conocieron en el aeropuerto de Londres; Gonzalo pilotaba el avión en el que Amanda viajaba, con rumbo a New York.

Amanda hacía muchas pruebas para que algún día, la cogieran y la trasladasen a Broadway. Su última actuación fue en la capital de Londres. Bailó su especialidad, el claqué; pero como en casi todas, le dijeron que ya la llamarían.

Esa misma noche, Gonzalo y ella se encontraban en el salón, acurrucados y tapados con una manta por aquel frío invierno de Londres. Sonó el teléfono y Amanda lo cogió. Eran los de la prueba. Gonzalo veía que su novia ponía caras de entusiasmo y de alegría, pero sólo decía: «Vale, entendido, claro...» y cosas así. Gonzalo empezó a ponerse nervioso.
Cuando colgó, le dio un enorme y largo abrazo y se lo explicó todo.

Era Nuria, una de los miembros del jurado para el que he bailado esta tarde. Me ha sugerido hacer una última prueba-dijo muy alegremente ella, y rápidamente prosiguió-. Nuria me ha contado que ha estado siguiéndome prueba tras prueba, y que disfruta viéndome bailar, porque lo hago con limpieza y elegancia.

   - Pero Amanda,- le paró Gonzalo- una última prueba, ¿para qué?

  - ¡Para llevarme a los escenarios de Broadway, Gonzalo!- dijo entusiasmada.

   -¿En serio? Enhorabuena, cariño.

Fue una noche muy especial. Al día siguiente, Nuria fue a recogerla al Conservatorio para llevarla a la  última prueba. Anonadada, cogió sus cosas y se marcharon. Durante el camino Nuria le dio muchos consejos para la vida como bailarina.

Llegaron allí. Era un lugar simple, pero grande; había bastantes salas amplias donde se practicaba, y cada una con su vestuario correspondiente. Al fondo de un largo pasillo, se encontraba la gran sala, la más importante, donde los bailarines se ponían más nerviosos: La sala de Actuación.

Se pararon en recepción, donde un señor muy borde les indicó dónde se encontraba el señor Philip. Fueron con rapidez a buscarle y, al fin, le encontraron. Era el director de la empresa más importante de Londres de danza: Pineapple. Tenía un aspecto de persona agria, pero cuando comenzaron a charlar, se dio cuenta de que era un viejo señor corriente. Les fue agradable dialogar con él. Le dio instrucciones para la actuación, y estuvo ensayando varios pasos para poder asombrar al jurado. Eran increíbles aquellas piezas. Amanda en su tiempo de descanso se fue con Nuria a comprar el vestuario de la actuación.

Ya eran las 10:00 de la mañana, y Amanda empezaba a prepararse y a practicar para esa tarde. Pasaban las horas y ella cada vez se sentía más segura, pero a la vez igual de nerviosa. La gran sala ya estaba preparada para cuando llegaran los visitantes.

Quedaban 5 minutos para la actuación. Gonzalo estaba allí, muy contento, con su madre y su suegra y algunos amiguetes que tenían en común él y Amanda. El jurado se encontraba en un lugar resguardado para que los bailarines no se preocupasen y no se pusiesen más nerviosos.

El propio señor Philip presentó la actuación. Tardó varios minutos, pero se despidió de inmediato. El telón se abrió. Lo que veían los espectadores era una imagen de un descampado en perspectiva y una maleta en medio del escenario. Comenzó a sonar la música. Nadie salía. Nuria y muchos más fueron corriendo a buscar a Amanda; pero no la encontraban. La gente empezó a protestar y Gonzalo y su familia fueron a buscarla. Pasaban los minutos y nadie la encontró. 

Natalia Corchero, 3ºB.


No hay comentarios: