domingo, 5 de enero de 2014

UNA MALETA Y NUEVE HISTOIRAS



HISTORIA Nº 2


Era una niña de 11 años cuando entré al instituto, iba con miedo de poder hacer algo mal y que me quedara sola,  que la gente se riera de mí. Pero no, gracias a Dios tenía  a mi amigo de la infancia en el que podía apoyarme, le conocía desde la guardería. Después hice  otra amiga con la que me sentí a muy identificada, tanto que casi era mi hermana, a los pocos días vi a una chica que parecía maja y la veía tan sola que decidí meterla al grupo. A los cuatro meses éramos las mejores amigas, nada ni nadie podía separarnos. Hasta que una de ellas se propuso apartarme  de mi mejor e inseparable amiga. En el verano cuando me fui de vacaciones empezaron a unirse para ir las dos contra mí, cuando llegué nada era como yo había dejado las cosas, estaban raras, todo el rato hablaban de las cosas tan divertidas que ellas solas hicieron sin mí. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo sobraba, ¿para qué iba seguir estando en un lugar donde no había sitio para mí? Cuando observe que no paraban de insultarme por cosas que yo no había hecho, me fijé en que no era yo quien se iba a quedar más sola, si no ellas por hacer eso y desearme que me pasara todo lo malo.

Cuando pasé a segundo iba con temor, no tenía ninguna amiga y mi amigo de la infancia no querría verme mas puesto que le dejé solo por las otras supuestas ‘’amigas’’ que  tenía.  Ahí fue cuando empecé a hablar con unas chicas muy majas que antes no nos podíamos ni ver por culpa de Jennifer y de Isabel  mis ‘’amigas’’. Pero a pesar de eso ellas me dieron una oportunidad. Ahí  fue cuando me alegre de haber dado de lado a las otras. Me hice amiga de todas, con una tenía más confianza que con otra, como es normal. También recuperé a mi amiga, que nos conocíamos desde los cuatro años. Después empecé a juntarme con una chica llamada Silvia, la que más me apoyó y me ayudó desde que me conoció, y pensar que empezamos a hablar gracias a un ejercicio de matemáticas que ninguna de las dos entendíamos. Así seguíamos hasta final de curso. En ese verano no nos separábamos ni un solo minuto. Empezamos a salir y a quedar con Ana y Penélope para dar una vuelta por las tardes, ir a la piscina, hacer guerras de globos, etc.

La víspera de las listas de las clases Silvia y yo deseábamos con todas nuestras ganas que nos pusieran juntas en la misma clase. Y así fue, cuando vimos nuestros nombres juntos en la misma lista nos pusimos a gritar y a saltar como locas. La gente que nos vio pensaría que estábamos tontas, pero nadie sabía que nos daba igual y que a pesar de todo a nadie le importaba lo que hiciéramos ni lo que sentíamos en ese momento, nosotras solo pensábamos en lo que íbamos a hacer durante este curso y las metas que teníamos planteadas. Todo era perfecto pero en mi mente se colaba algo negativo, no volvería a ver al chico que me gustaba, porque pasaba a bachillerato y no le vería ni en los recreos ni entre clase y clase ni nada…

El primer día era muy especial volvería a ver a mis amigos del curso pasado después de un verano largo y genial, nada más entrar a mi clase pensé en mis metas de aprobar el curso, cuando salí de aquella clase de tercero b, le vi, fue algo mágico, después de un verano entero pensando que no le volvería a ver. Mis expectativas cambiaron por completo.

Lo más especial de mi vida llegó ese veintisiete de octubre, mi hermana me dio la feliz noticia de que iba a ser tía por primera vez. A partir de ahí todos mis pensamientos cambiaron por completo, ahora me esforzaría al máximo por aprobar este curso para el verano que viene no dejar a mi sobrino ni un rato.

Un día soñé que me iba con mi familia y mi sobrino recién nacido de vacaciones por una carretera solitaria donde me encontré una maleta marrón de piel, mientras la iba abriendo pensaba en el temor que tenía por encontrarme algo que no quisiera ver.

 Definitivamente me armé de valor para abrirla de una vez y vi mi vida escrita tal y como era en un pequeño diario.



Cristina Velarde, 3º B

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