viernes, 22 de noviembre de 2013

A VUELTAS CON LOS ROMANCES III

Hoy, el Romance del conde Claros. Primero en la versión que hizo del romance el músico Francisco de Salinas; sí el mismo al que Fray Luis de León dedicó su Oda a Salinas, y que vivió entre 1513 y 1590. 

Nuestros alumnos saben que los romances medievales han llegado hasta nosotros por diferentes caminos. Uno es a través de los cancioneros, los romanceros y los pliegos sueltos. Los Cancioneros eran libros en los que los poetas cultos de los siglos XV y XVI recogían sus poesías y también copiaban las canciones populares anónimas que cantaba el pueblo, entre ellas, los romances. En los Romanceros se recogían sólo los romances populares. 

Estos poemas podían ir acompañados por una transcripción musical, muchas veces rehecha por músicos cultos, como esta que vais a escuchar.

La música está interpretada por la Capella Reial de Catalunya bajo la dirección de Jordi Savall. 


Añadimos la letra, por si nuestros alumnos se animan a aprenderla.





Media noche era por filo,
los gallos querían cantar,
conde Claros con amores
no podía reposar;
dando muy grandes sospiros
que el amor le hazía dar,
por amor de Claraniña
no le dexa sosegar.
Quando vino la mañana
que quería alborear,
salto diera de la cama
que parece un gavilán.
Tráele un rico cavallo
qu’ en la corte no ay su par,
que la silla con el freno
bien valía una ciudad.
Y vase para el palacio
para el palacio real,
a la infanta Claraniña
allí la fuera hallar.
-Conde Claros, conde Claros,
el señor de Montalván,
¡cómo aveys hermoso cuerpo
para con moros lidiar!
-Mi cuerpo tengo, señora,
para con damas holgar:
si yo os tuviese esta noche,
señora a mi mandar.
-Calledes, conde, calledes,
y no os queráis alabar,
el que quiere servir damas
assí lo suele hablar.
-Siete años son pasados
que os empecé de amar,
que de noche yo no duermo,
ni de día puedo holgar.
Tomárala por la mano,
para un vergel se van;
a la sombra de un aciprés,
debaxo de un rosal,
de la cintura arriba
tan dulces besos se dan,
de la cintura abaxo
como hombre y muger se han.
Por ahí pasó un caçador,
que no devía de pasar,
vido estar al conde Claros
con la infanta a bel holgar.
El caçador sin ventura
vase para los palacios,
a do el buen rey está:
“una nueva yo te trayo”.
El rey con muy grande enojo
mandó armar quinientos hombres
para que prendan al conde
y le hayan de tomar.
Metiéronle en una torre
de muy grande oscuridad,
las esposas a las manos,
qu’ era dolor de mirar.
Todos dizen a una voz
que lo hayan de degollar,
y assí la sentencia dada
el buen rey la fué a firmar.
La infanta qu’ esto oyera
en tierra muerta se cae;
damas, dueñas y donzellas
no la pueden retornar,
-Mas suplico a vuestra Alteza
que se quiera consejar,
que los reyes con furor
no deven de sentenciar.
El buen rey que esto oyera
començara a demandar;
el consejo que le dieron,
que le haya de perdonar.
Todos firman el perdón,
ya lo mandan desferrar,
los enojos y pesares
en plazer ovieron de tornar.

Los pliegos sueltos aparecieron con la imprenta. Se trata un conjunto de hojas dobladas varias veces (de ahí su nombre de pliegos) con 8, 16 o 32 páginas sin coser ni encuadernar, en las que se imprimían canciones o romances populares. Se vendían muy baratas en ferias o mercados, y eran normalmente los ciegos los que se encargaban de recitar o cantar esta poesías y de vender los pliegos. La gente los compraba y se los aprendía.

Los romances, en boca de la gente, se fueron transmitiendo de generación en generación, transformándose, quitando, añadiendo...; pero siempre manteniendo su núcleo temático original. Por eso, podemos escuchar otra versión del mismo romance, recogida por Joaquín Díaz.





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