Allá por las vacaciones de Navidad (¡Dios, cómo pasa el tiempo!), fueron apareciendo en este blog una serie de cuentos de terror escritos por alumnos de 1º A de la ESO. Ahora, una vez leídos, los alumnos han votado y han elegido los que más les han gustado.
Íbamos a elegir sólo uno, pero la votación ha estado muy reñida y la diferencia entre los tres primeros ha sido muy ajustada; así que seleccionamos los tres primeros y los volvemos a publicar, ya con el nombre de sus autores (autoras, en este caso).
¡ENHORABUENA, CHICAS!
EL CUENTO MÁS
VOTADO:
¿QUÉ FUE DE
ROCÍO?
Rocío vivía con sus padres y con su perro Yuki en una casa muy grande a la
que se habían mudado hacía muy poco.
Un día se quedó sola con su perro porque sus padres tenían que ir a comprar
algunas cosas. A la niña se le ocurrió inspeccionar la casa, ya que todavía no
la conocía del todo. Subió a la planta de arriba y descubrió un pasillo al que
daban muchas puertas. Llegó hasta la última, la abrió y entró. La puerta se
cerró tras ella como si alguien la hubiera empujado con mucha fuerza.
Se quedó horrorizada: la habitación estaba llena de muñecas colgadas por el
cuello y manchadas con pintura roja como si fuese sangre. De repente, empezó a
escuchar unos golpes fuertes. Pensó que sería Yuki, que habría tirado algo al
suelo, pero vio por la ventana que el perro estaba tranquilamente en el jardín.
Se asustó.
Poco después, escuchó las voces de sus padres, que ya habían vuelto. Se
dirigió a la puerta para salir, pero sintió como si le tocaran la cabeza, y oyó
que le susurraban al oído unas palabras que no entendió. Empezó a gritar y a
dar golpes en la puerta, pero nadie la oía. De pronto, desapareció.
Sara Lorrio, 1º A
SEGUNDO MÁS
VOTADO:
¡UNA NOCHE
ATERRADORA!
Hola, soy Emily Henrrie. Mis amigas y yo fallecimos 1997. Me gustaría
contar nuestra historia, aunque…
Era 31 de octubre, la noche Halloween. Yo estaba en mi cuarto arreglándome
para una fiesta. De repente, oí un chillido ensordecedor.
-¡Aaaaaaaaah!
Me di un susto de muerte. Creí que había pasado algo, pero no era así. Era
mi amiga Tifanniy que quería asustarme,
como todos los años.
-¡Tifannie! ¡Te tengo dicho todos los años que no me hagas eso! ¡Que soy una
miedosa!
-Bueno… relájate, tía, que ha sido una bromita de nada.
Bajé, pero primero me despedí de mi madre.
-¡Adiós, mamá!
-Adiós, hija, ten mucho cuidado…
Su voz me sonó algo extraña, pero no hice mucho caso. ¡Iba a pasármelo
bien, muy bien! Por el camino recogimos a otras amigas, Ángela y Gabriela.
-¿Te pasa algo? –me preguntaron.
-No…, no, no me pasa nada. Sólo estoy un poco inquieta –contesté.
Llegamos al local donde se celebraba la fiesta, entramos y nos quedamos
pasmadas, pues no había nadie. La habitación estaba oscura y fría. Era todo
demasiado raro. Nos quedamos mirando aquel tétrico lugar, y descubrimos en un
rincón unas escaleras viejas, casi derruidas. A pesar del miedo que teníamos,
subimos. Arriba encontramos un local sucio, lleno de telarañas, que sólo se
iluminaba por la luz de la calle que entraba por las ventanas. Allí había unos
libros, uno de ellos estaba abierto… Había escrito: “Cuenta una leyenda que
hace muchos años, unas amigas murieron asesinadas por la madre de una de ellas.
La mujer se suicidó y su espíritu vaga por la Tierra…”. Sonó mi el teléfono,
era mi madre.
-Dime, mamá.
-Hija, estoy aquí, baja, tenemos que hablar. Es urgente.
Colgó sin más explicaciones. Estaba
asustada, y le dije a mis amigas que me iba un momento, que no tardaría nada.
Bajé, pero no vi a nadie. Volví a subir. Mis amigas también empezaron a
inquietarse. De pronto, empezamos a oír el sonido como de un líquido que cae.
Levantamos la mirada y vimos que en la pared habían escrito con sangre: “Ha
llegado vuestra hora”. Nos miramos horrorizadas y echamos a correr escaleras
abajo. Abrimos la puerta del local y…
-¡Aaaaaaaaaaaah!
Nerea San Martín,
1º A
TERCERO:
Maddie
Era un día frío y lluvioso. Yo estaba sentada en el sofá viendo en la
televisión mi programa favorito. En ese momento, mi madre entró en el salón con
cara preocupada y triste a la vez, y, cuando me contó aquello, lo entendí
perfectamente.
Me dijo que Maddie, mi mejor amiga, estaba en su clase de baloncesto
habitual, cuando se empezó a encontrar mal. Se fue al baño y, como tardaba
demasiado, su profesora entró para ver qué le pasaba. La encontró allí, con la
cabeza en el lavabo y un gran golpe en la cabeza. El grifo estaba abierto y el
agua corría tiñéndose de sangre y mojando sus cabellos. Nadie sabía qué había
sucedido. Para mí fue un golpe terrible.
Mi madre se marchó a hacer unas llamadas y yo me quedé sola, sentada en el
sofá, frente al televisor, pero ya no me interesaba nada de todo aquello. Sólo
podía llorar. Me levanté y fui al baño para lavarme la cara, a ver si así se me
aclaraban las ideas. Cuando entré en el cuarto de baño, todo estaba lleno de
vaho y el espejo estaba empañado. Me extrañó, pero no le di mucha importancia.
A lo mejor se había acabado de duchar mi hermano. Abrí el grifo y me lavé la
cara. Después, quité el vaho del espejo para ver cómo tenía los ojos después de
haber llorado. Entonces la vi, era ella, era Maddie. No eran imaginaciones mías.
Estaba segura. Me giré y…
No tengo más recuerdos de aquel momento. Lo último que vi fue mi imagen en
el baño, con la cabeza metida en el lavabo y con un golpe en la cabeza, igual
que Maddie. También recuerdo que ese mismo día, en el instituto, Maddie me dijo
que estaríamos juntas para siempre. Me lo prometió. No estoy segura, pero creo
que estoy muerta.
Mar Román, 1º A
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