martes, 15 de mayo de 2012


El 15 de mayo de 1912 fallecía en Estocolmo, la ciudad donde había nacido en 1849, Johan August  Strindberg, quizá el autor más importante en lengua sueca, y uno de los renovadores del teatro moderno.

Fue un hombre difícil, para él y para los demás. Sufría una esquizofrenia que lo hacía irascible y obsesivo, pero también lo llenaba de miedos y desazón. De todo ello dio buena cuenta en sus obras. Ya su infancia y adolescencia fueron complicadas. Su padre era un rico comerciante y su madre, antes de convertirse en la señora Strindberg,  había sido su criada y su amante. Las relaciones amo-criada nunca cambiaron, y August escuchó la voz autoritaria de su padre y los silencios de su madre; silencios que le imponía su condición de mujer, de criada y su profunda religiosidad.

Comenzó sus estudios  en un colegio de élite en el que nunca dejó de ser «el hijo de la criada». No hizo muchos amigos. El inicio de sus estudios universitarios coincidió con la ruina económica de su padre. Se vio obligado a simultanear estudios y trabajo, pero terminó abandonando la universidad. Lo intentó como actor teatral, pero fracasó. Siguieron el periodismo, la bohemia, las tertulias literarias, los problemas económicos,  un primer éxito teatral, otras obras que no se estrenan, su primer matrimonio y su reconocimiento como escritor con la novela El cuarto rojo.

Tras granjearse la animadversión de la clase política sueca con su obra El nuevo Reino (1882), se exilió voluntariamente y vivió durante seis años en diferentes ciudades europeas. La publicación de Casados (1984), obra donde criticaba las relaciones matrimoniales burguesas, le produjo el repudio general de la burguesía y un proceso judicial. Se siente perseguido y acosado por todos. Su paranoia le lleva a pensar que son las feministas sus principales enemigas, lo que le lleva a tomar posiciones vehementemente misóginas. Estaba convencido de que la mujer era un ser cuyo fin era aniquilar al hombre, pero nunca pudo vivir sin las ellas: acumuló tres matrimonios desastrosos.

En 1888 escribe sus dramas más conocidos: El padre, La señorita Julia y  Acreedores.

En 1984 está en París, donde vivirá su peor crisis. Él mismo la llamará la «crisis del Infierno». Se siente más que nunca perseguido y piensa que lo van a envenenar, lo que le obliga a cambiar de hotel constantemente. Su irracionalidad le lleva tanto al interés por el ocultismo como por el misticismo. Se sumerge en  la oscuridad del alcohol y las drogas. A pesar de todo, La señorita Julia se estrena en París y es un éxito.

Superada la crisis regresa a Suecia y se instala definitivamente en Estocolmo. Comienza una actividad creadora febril y cumple uno de sus sueños: tener un teatro propio, el Intima Teatem. Todavía dio pie a una última polémica con un artículo en el que atacaba al rey sueco (1910).

El 15 de mayo de 1912 murió. Había sido un personaje incómodo para muchos, pero a su entierro acudieron cincuenta mil personas, conscientes de que había muerto un gigante de la literatura.

Autorretrato del escritor con sus hijas
Otro gran sueco, el director de cine Ingmar Bergman (1918-2007), dirigió varias de sus obras y se sintió fascinado por él: “Me ha acompañado toda la vida: lo he amado, lo he odiado y he lanzado sus libros contra la pared. Lo único que no he podido hacer nunca es deshacerme de él”.

Además de la literatura, sintió interés por la fotografía y por la pintura. De ambas aficiones ha dejado buenas muestras.

Para los que no lo conozcan, es imprescindible –si quieren, claro- que se acerquen a su obra La señorita Julia, una pieza que cierra la puerta del teatro romántico y abre la del teatro moderno. Con una historia dura y claustrofóbica que sucede en la noche de San Juan y que analiza las relaciones entre amos y criados y entre hombres y mujeres. Los aficionados al teatro que ya peinan canas (aunque se las tiñan) quizá recuerden aquel febrero de 1886, aquel Festival de Teatro de Madrid donde se pudo ver esta obra en un montaje del Dramaten de Estocolmo y dirigida por Ingmar Bergman. En sueco y manteniendo la respiración para no perder detalle. Aquello fue magia.

Marta de Nevares

Os ofrecemos un vídeo con fragmentos de uno de los últimos montajes de esta obra que se han hecho en España.



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