Cuando el cine era la principal fuente de distracción de este país, se convirtió en una ventana al mundo, cuyos cristales a veces velaba la censura. Todo lo que allí salía se convertía en modelo, sobre todo lo que tenía que ver con la moda.
Muchas formas de vestirse, de peinarse, de decorar las casas llegaron a través de las pantallas, pero también llegaron palabras y expresiones para nombrar todas esas novedades que se han quedado en nuestra lengua, y otras que sólo han estado por un tiempo. A esas palabras vamos a dedicar esta sección de Lengua y cine. Irán apareciendo de vez en cuando. Empezamos hoy con SABRINAS.
Las SABRINAS, como mucha gente sabe, son unos zapatos de mujer sin tacón y con la puntilla con escote redondeado, tipo salón. También se conocen con el nombre de “bailarinas” o “manoletinas”. Todos las reconoceréis porque últimamente están de moda. El primer nombre es por su parecido con el calzado que suelen usar las bailarinas; y el segundo, por ser similares al utilizado por los toreros, de los que Manolete (1917-1947) parece ser el paradigma.
Si buscamos en el diccionario de la RAE, encontramos en las entradas “bailarina” y “manoletina” la referencia a este tipo de calzado femenino, pero no aparece “sabrina”. Sin embargo, si ponemos en Imágenes de Google la palabra, no hay duda: aparecen los citados zapatos, y Google es ya casi autoridad académica . Parece que todavía tiene vigencia la palabra, pero no sabemos cuánto va a durar.
Pues bien, esas “sabrinas” deben su nombre a una película, Sabrina, y, sobre todo, a su actriz protagonista: Audrey Hepburn.
Sabrina es una deliciosa comedia dirigida por Willy Wilder (1906-2002) en 1954. La película nos cuenta la vida y los sueños de Sabrina, la hija de chófer británico de los ricos y poderosos Larrabee. La joven, enamorada desde niña del joven y frívolo David Larrabee, es enviada a París para que se labre un futuro. Vuelve hecha una mujer elegante y seductora que sigue enamorada del menor de los Larrabee, quien, por fin se fija en ella. Pero Linus Larrabee, el hermano mayor, no está dispuesto a permitir esa historia de amor.
La encantadora Audrey Hepburn es Sabrina, y la acompañan en el reparto Humphrey Bogart y William Holden. No es la mejor película de Wilder: fue un encargo de Hollywood, más impuesto que deseado; el guión se iba escribiendo a medida que avanzaba la película y nadie, ni siquiera el director, tenía claro el final; Bogart no se llevaba bien con sus compañeros, no se sentía cómodo en un papel tan alejado del “duro” al que estaba acostumbrado; la joven y angelical Audrey parece que fue seducida por el donjuán Holden... Hubo peleas, discusiones y alcohol, mucho alcohol. Wilder recordaba el rodaje como una pesadilla.
A pesar de todo, la película es encantadora, y en ella aparecía Hepburn con ese tipo de calzado, por lo que se le adjudicó el nombre del film y de su protagonista. Por otra parte, esta actriz apareció en otras películas luciendo esas “sabrinas”, que pasaron a formar parte de su imagen (hoy se dice look), tan de moda actualmente.
Recientemente, se hizo una nueva versión de la película (remake, se dice ahora): Sabrina (y sus amores) (1995) dirigida por Sydney Pollack, con un ya maduro Harrison Ford, Julia Ormond y Greg Kinnear. Una versión correcta que no es más que una modernización de la anterior, a la que sólo añade cierto aire de teleserie americana. Se deja ver, nada más.
En fin, ya sabéis de dónde viene ese nombre de “sabrinas”. No creo que la palabra perviva mucho tiempo en nuestra lengua, así que aquí dejo constancia de su paso y larga estancia (lleva con nosotros más de cincuenta años).
María Moulinex
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