viernes, 27 de julio de 2012

ORTOGRAFÍA



Pasaremos por alto que hubiera sido conveniente poner una coma tras el verbo cierra. Lo que nos ha dejado sin aliento ha sido esa IMBERSION. 


Desde luego, no sabemos en qué ha invertido la persona que ha escrito el cartel, pero en educación, no mucho. Eso sí, se ha molestado en poner una M ante esa B que tendría que haber sido una V. De la tilde que le correspondía a esta palabra por ser aguda terminada en N, ni hablamos.


INVERSIÓN sería lo correcto.


sábado, 21 de julio de 2012

ORTOGRAFÍA


La falta de ortografía que hoy os mostramos apareció en el periódico El País el día 19 de julio de 2011, y lo hizo de forma desvergonzada, así, en un destacado. 


Vamos a ver, la palabra "sumo", así, llana y sin tilde, significa, según la RAE, "arte marcial de origen japonés, en que los adversarios, cuyo peso excede siempre de los 100 kg, luchan cuerpo a cuerpo". Otra cosa es "sumó", palabra aguda terminada en vocal, por lo que le corresponde llevar tilde. Se trata de la tercera persona del pretérito perfecto de indicativo del verbo sumar, utilizado aquí como pronominal (sumarse) con el significado de unirse.


Está claro que una tilde puede cambiar el significado de una palabra.



sábado, 14 de julio de 2012

ORTOGRAFÍA


Vaya por Dios, sí tenían una tilde para "Cañaílla", pero no para "LIBRERIA", cuando en ambos casos se necesita esa simpática coma para romper el diptongo y crear un hiato. Seguro que son de los que piensan que las mayúsculas no llevan tilde. ¡Qué manía! LAS MAYÚSCULAS DEBEN LLEVAR TILDE CUANDO LES CORRESPONDE. Así que lo correcto sería: LIBRERÍA.

domingo, 1 de julio de 2012

MACHADO EN JULIO




A ORILLAS DEL DUERO

Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día.
Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía,
buscando los recodos de sombra, lentamente.
A trechos me paraba para enjugar mi frente
y dar algún respiro al pecho jadeante;
o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante
y hacia la mano diestra vencido y apoyado
en un bastón, a guisa de pastoril cayado,
trepaba por los cerros que habitan las rapaces
aves de altura, hollando las hierbas montaraces
de fuerte olor —romero, tomillo, salvia, espliego—.
Sobre los agrios campos caía un sol de fuego.

Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo
cruzaba solitario el puro azul del cielo.
Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo,
y una redonda loma cual recamado escudo,
y cárdenos alcores sobre la parda tierra
—harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra—,
las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero
para formar la corva ballesta de un arquero
en torno a Soria. —Soria es una barbacana,
hacia Aragón, que tiene la torre castellana—.
Veía el horizonte cerrado por colinas
obscuras, coronadas de robles y de encinas;
desnudos peñascales, algún humilde prado
donde el merino pace y el toro, arrodillado
sobre la hierba, rumia; las márgenes del río
lucir sus verdes álamos al claro sol de estío,
y, silenciosamente, lejanos pasajeros,
¡tan diminutos! —carros, jinetes y arrieros—
cruzar el largo puente, y bajo las arcadas
de piedra ensombrecerse las aguas plateadas
del Duero.

El Duero cruza el corazón de roble
de Iberia y de Castilla.
¡Oh, tierra triste y noble,
la de los altos llanos y yermos y roquedas,
de campos sin arados, regatos ni arboledas;
decrépitas ciudades, caminos sin mesones,
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones
que aun van, abandonando el mortecino hogar,
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada
recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?
Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;
cambian la mar y el monte y el ojo que los mira.
¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerra
de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra.

La madre en otro tiempo fecunda en capitanes
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes.
Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.

Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.

El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana
—ya irán a su rosario las enlutadas viejas—.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo ¡tan curiosas!... Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.